viernes, 15 de noviembre de 2013

DEPREDADORA DE MI MISMA





Vengo de muy lejos;  distancias inmedibles, dimensiones incalculables, espacios siderales oscuros y remotos.
Soy materia portadora de conciencia, minúsculo ser engendrado en el universo, encarnado en la sustancia fortalecido por el espíritu. 

Tengo la sensación de haber sido antes, de proceder de alguna consciencia superior, de haber estado sumergida en un coma profundo sujeto a la verdad que todo lo sabe, al conocimiento que todo lo mueve, a la eternidad que todo lo contiene.

En alguna neurona permanece archivada una existencia remota que cada vez con más frecuencia deja entrever signos y huellas evidentes de sustancias afines al mundo de la no existencia.

Obligada a vivir, por la fuerza que impulsa la propia vida, carezco de inmunidad que me exima de todos los males. Soy, por lo tanto, una materia expuesta a cualquier defecto, atacada  por infinitas plagas, 
desprotegida de mi misma por invasiones ajenas a mi naturaleza.

Allí, en lo interminable, en los sucesos astrales donde se originan todos los procesos, donde ningún humano podrá alterar el devenir del génesis ni especular con las materias. Allí, donde el inicio no es el resultado exacto de ningún conocimiento científico ni dios un recurso para las explotaciones materiales.

Tal vez la respuesta sea la eterna pregunta que me obliga a crecer en la creencia de que soy algo más que una encarnación destinada al sustento de la especie.

Uno a uno, en la unidad, dependiendo categóricamente del resto. Aglutinados en la misma composición, destinados al mismo fin, articulando el mecanismo de la continuación para poder ser redimidos de alguna tara inicial, de algún fallo en la composición de nuestro complicado sistema equitativo.


Tengo la certeza de no pertenecerme, de ser la huésped de un cuerpo en demanda constante de energía, un cuerpo depredador de sí mismo, incoherente con la razón, sin razón alguna para seguir continuándose, reproducirse hasta el infinito consintiendo las repeticiones sujetas a  una evolución sin causa, desperdigándose en el tiempo de las cosas inservibles, las lógicas sin matemáticas, la persistente manía de querer ser para poseer.

Una existencia dedicada a investigar mi consistencia robótica, mi necesidad vital, con un comportamiento carroñero, alimentándome de existencias ajenas, germinada en la matriz de una estrella que posiblemente dejó de existir, pero aun vive en mí.

Cada vez soy más exigente con mis auténticas pertenencias, ese pequeño almacén de recopilaciones donde guardo las existencias remotas que me hacer preservar lo que genuinamente me pertenece.

Hoy es un hermoso domingo, .luminoso día de un año que incrementa el tiempo de los otros. Vivo alimentándome de belleza, recurso  insaciable que me permite amar todo cuanto me rodea.

Todo comienza acabando.

 Ningún fin el fin es eterno.





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