sábado, 16 de noviembre de 2013

EL ANGEL DE LA GUARDA





 Creo que uno de los oficios más difíciles por su complejidad es el de ángel de la guarda.
Andar todo el tiempo detrás de una persona para evitar cualquier daño posible debe ser agotador, porque a la mínima que se despista ocurre un incidente.
Existen, creo firmemente que existen y no sé  si son empleados de lo divino, lo ancestral, del universo o si tienen que ver con alguna religión que se apropia de la patente; la cuestión es que cada uno de nosotros tiene un  ser inmaterial, invisible protector que nos salva, la mayoría de las veces sin saberlo, de los males que nos acechan constantemente.
Claro que en mi opinión, actualmente gran cantidad de ellos están en el paro, algunos, los residentes en los países constantemente en guerra, están en huelga indefinida. Otros, los más activos, permanecen al lado de los niños, personitas que precisan  de ellos incluso para dormir y evitar los malos sueños. Un ángel alado puede desplazarse a  una velocidad superior que la nuestra y detectar vibraciones negativas en el aire, es por eso que a veces actúan como presentimiento y nos situamos en una posición de alerta.
Pero en contrapartida también existen los ángeles malos, llamados ordinariamente demonios. Andan ambos en constante tira y afloja, por obtener el dominio de las situaciones. Los demonios ejercen soberana influencia sobre los vulnerables empleados, que muchas veces amparados en la buena fe, bajan la guardia y se desentienden de su tarea.



Es entonces cuando los demonios aprovechan la situación y entran de lleno en escena. Ganan terreno en los accidentes, sobre todo de avión, donde parece ser que los ángeles se acomodan en las nubes. También en las grandes catástrofes, donde la mano imperativa del hombre hace chapuzas en vez de progresos. Imprescindibles en las políticas, donde el don del ángel puede  ser una maniobra que ejerce el demonio cuando se le disfraza de bueno.
Ciertos ángeles, desertores de su verdadera razón, forman alianza con los demonios y actúan ambiguamente en sus tareas. Son ángeles de los nuevos tiempos, que contaminados con tanta ideología fantasma se han deformado y envilecido y andan entre dos sentidos sin distinguir ni el orden ni el caos.
Hay que entablar conversaciones en voz baja con nuestro ángel personal, susurrarle quedito lo mucho que nos agrada su compañía, la seguridad que concede a nuestras frágiles vidas.
Cuando escuchamos la voz del silencio, con esa magnificencia que nos transporta a alguna parte de la estratosfera y nos sentimos fuera de órbita, estamos siendo transportados por un ángel, subyugados por su fortaleza, sometidos sin disciplina a su naturaleza etérea.
Existen personas que por su elevado potencial económico han decidido prescindir del ángel convencional, en su lugar tiene algunos a los que nombran guardaespaldas, sujetos armados hasta los dientes capaces de dominar al mismísimo diablo.
Gravitando en el vertedero residual cósmico, flotando junto con los desechos de la NASA y la URSS, satélites artificiales y otros escombros de origen desconocido, vacilan desnutridos y despreciados un sinfín de ángeles cuyas alas fueron amputadas por la corrosión y el tiempo, por la gravidez aposentada en los espíritus. Despechados y vencidos solo esperan la reconversión para reencarnarse en demonios y prevalecer entre los humanos como vencedores absolutos.

Yo, por si acaso,  le he hecho un seguro de vida al mío, con estos tiempos de crisis igual se larga a un paraíso fiscal.



Este es el mío



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