LACRIMOSA
Hohelied der Liebe... música alimenticia
Hay días lúgubres y otros luminosos. Días de pereza exclusiva y razones opuestas. Hay días donde el cansancio devora la energía y las ganas de todo se las traga la nada.
Días de todos, que
parecen pesar sobre uno mismo, asumiendo la responsabilidad de estar
compartiendo días y años con un ejercito de enfermizos conformistas
que sobreviven como pueden a todas las adversidades..
Uno no puede aislarse, ni
evitar contagios y compartir circunstancias. El tiempo, con sus horas
y sus días, esta infectado de problemas con un efecto dominó, uno
cae y los demás le siguen.
Mantenerse al margen es una opción temporal alimentada con la indiferencia, hasta que se
derriba tu propia ficha. Nadie esta exento de sufrir su propio
crimen, su individual flagelación, su sentencia redimida.
La humanidad, en su
conjunto, esta destinada a permanecer unida dentro de los límites
terrenales donde habita. La ingravidez es un estado inmaterial no
permitido para los cuerpos pesados que se aferran a la tierra
atraídos por su magnetismo.
Todo lo que sucede en este
paraíso terrenal repercute, por mas grandes que sean las
distancias, en el resto de la superficie, implicando, directa o
indirectamente, a todo el resto de humanos que tal vez no sean
conscientes de ello, pero que les llegara, en forma de onda
expansiva que arremete contra toda ingeniería generacional.
Hay días en los que uno
se despierta y no quiere moverse de la cama. Intuye que dentro de
ella, incubando una parálisis emocional, nada de lo que ocurre en el
exterior podrá afectarle. En el lecho, lejos de miradas y juicios
suspicaces, amparado por su soledad y las cuatro paredes que la
resguarda siente la seguridad del topo, que nada le puede ocurrir
mientras hiberna.
Pero el hambre crea
movilización. Hay que salir al exterior y arriesgarse a comer el pan
y compartir el riesgo con con otros. Esta situación creada por el
hambre es el inicio de toda movilidad, el dilema de todo conflicto,
la guerra en la que participamos con todo el arsenal de armas
disponibles,sean del calibre que sean y destruyan razones, sistemas y
condiciones.
Al pan se le añaden alicientes, tales como material optimo para hacer la vida mas
sostenible y menos aburrida, convirtiéndonos en guerreros dispuestos
a todo, combatiendo diariamente con todos los obstáculos y todas las
maneras posibles para conseguir esos objetivos tan necesarios que convierten los días en glorias urbanas.
Hay días desesperantes,
donde todo se nos viene en la contra, implicando en nuestra desgracia
elementos tales como la incomprensión, el desasosiego, la falta de
recursos, el intolerante sistema de condiciones, tan buenas para unos
y tan malas para otros. Esos días son el germen para incubar nuevas
energías. Nos revitalizamos, emprendiendo una lucha, marginando escrúpulos y conciencia. Dedicamos todo el tiempo a
emerger del negativo , impregnados de un magma supervitaminico que
regenera la sangre con la vitalidad de un recién nacido.
Son días de recuperación,
de participación , de implicación, concentrados exclusivamente en
vencer el aburrimiento, optimizando la vida con todos los recursos a
nuestro alcance y para ello, implicamos al resto de humanos, contagiando esa energía, compartiendo la felicidad de la
prosperidad, del crecimiento, de la colaboración a que todos podamos
disfrutar de esos días de auge y felicidad.
Hay días donde la
meditación aparece como un síntoma emergente que quiere ser
atendido. Una pausa, un alto en la movilidad, un espacio vació de
todo y lleno de nada. Días donde la vida parece tornarse humana,
pacifica, libre de repercusiones negativas.
Esos días donde el sol
aparece como si nunca le hubiésemos visto, y las estrellas nos
muestran la insignificancia de nuestro esfuerzo.
Esos días repercuten en
todo el resto de la humanidad, se contagian a larga distancia, llegan
hasta el Universo y regresan como un boomerang cargados con polvo de
estrellas, recargados con energías que llenan de buenas vibraciones
a todos los rincones de la tierra.
Los días de todos,
bailando al ritmo que marcan las circunstancias,tan ajenos y tan
cercanos, tan parecidos, tan involucrados y a la vez tan
desconocidos.
Los días, espacios de
tiempo incluidos en los años,. Años que acumulan siglos, siglos que
repiten constantes, a pesar de parecer innovaciones. Siendo anónimos
entre nosotros, evolucionando cada vez más distantes, cada vez más
infringidos por nuestras propias leyes, más deteriorados , más
sumergidos en nuestro espacio individual.
Hay días lúgubres y días
luminosos, días de pan duro y días de repostería. Hay días donde
nadie conoce a nadie y días donde necesitamos la colaboración de
todos.
Hay días de luto y días
de nacimiento. Días de incubación y días de crecimiento.
Algunos días parecen
siglos y otros minutos. Días de todos que parecen concentrarse en
uno. Hay días de desesperanza y idas de culminación. Días para
fomentar la humanidad y días sanguinarios.
El tiempo está repleto de
días, y nosotros ,metidos en el tiempo, contamos los días como si
fuesen sentencias dispuestas a ser cumplidas, homenajes a la
supervivencia, destinos ignotos prestos a ses descubiertos antes de
que la muerte convierta nuestros días en eternos.