viernes, 14 de marzo de 2014

EPIDERMIS






Victor Rodriguez
En su piel las arrugas, escondían los rasguños del tiempo, que otrora fueron traviesos juegos de plenitud.
En su cuero curtido se escondían los trinos de aves pasajeras que migraron a climas más cálidos.
Era en su piel, donde yacían las sombras, entre vericuetos de tiempo resumido. Su piel no se arrepentía, no borraba las huellas de la adolescencia, ni los rastros del clímax enarbolado en las noches.
Entre  pliegue y pliegue, las sustancias formaron estratos  primarios, donde la vida guardaba episodios géstales.  Fue en su epidermis, donde lenguas de sabia rastrearon caminos, para llegar al pecado mas cometido desde el Edén al desguace.
A flor de piel resurgían cadáveres no enterrados, retozos de sucesos, fórmulas magistrales, suburbios trasnochados, remiendos, esencias...


Victor Rodriguez

Flacidez que gemía en la tersura del miedo, recobrando episodios desmembrados, imágenes claudicadas, señuelos macerados en estrategias comunes.
Con la piel en carne viva las heridas se apaciguaron, cicatrices que pernoctan en un trazo sin retorno; manta del cuerpo, sensor del alma, curtimiento al sol que recubre carne; carne que  se resguarda del viento caníbal.
Se dejó la piel en escalofríos verdes, brotes frágiles  de esperanza, temblores secos, emanaciones superfluas, grotescos anacronismos, funambulescas representaciones, coitos fraudulentos que cohabitan con los diamantes que jamás vieron la luz.
Todo en su piel es sarcasmo, flujos y reflujos que se resisten a dejar el cuero que los sustenta; ironías latentes en espacios caducados, resguardados en colágenos, sebos y otras sustancias.
Fue cuestión de piel, elegir a los resucitados. Receptora de bienes y fracasos, despedazadora cruel, sensible caparazón ocultando trastiendas orgánicas, donde se funde el oro con la carne.
Piel marcada con el fierro candente de la inmoralidad oculta. Transmisión de poderes confinados a un cuerpo irresoluto; desprotegida faz que afronta el tiempo temible de la putrefacción y la nada.
Mudó la piel siendo lagarta, espécimen que afronta los cambios inesperados protegiendo su especie de posibles exterminios.
Fue piel de gallina, de cebolla, de cordero, elefante; terruño fértil, secano hambriento. Fue barbecho a la espera, fértil oasis, cemento. Mantequilla derretida, seda, fuego, fría escarcha, acequia. Veda de caza, noria que gira, retal, cuero cabelludo, cuero depilado. Fue sed y  hambre, descamación, regeneración, escarmiento...putrefacción.
Fue su piel el receptor más grande, la referencia clave, el principio del fin la percepción, la esquela.




Victor Rodriguez


En su piel, las arrugas, escondían los rasguños del tiempo, que otrora fueron traviesos juegos de plenitud.
El tiempo se queda prendido en la memoria de la piel. Nada escapa a su tacto sutil, nada muere en la acción del tiempo.