miércoles, 5 de marzo de 2014

SOLDADOS INDIRECTOS







Les he visto en la televisión, con sus atuendos de camuflaje, sus cascos a juego y sus botas de duro cuero. Cargados con un arsenal de muerte, arma en mano, visera trasparente, rostro incógnito y mirada hacia nadie, esperando una orden para sembrar el miedo, el pánico, el desorden caótico que contradice el orden natural.
Cargan contra quienes no piensan como ellos, contra todo movimiento ajeno a sus ideologías.
Son empleados de guerra, adiestrados para el combate, desposeídos de su identidad como individuos sociales, preparados para no sentir, no ceder, no desertar.
Tras ellos un ejercito de ejecutivos que nunca dan la cara ni arriesgan el cuerpo, un ejercito de campeones en luchas tras la puerta cerrada, donde se ejecutan las ordenes y se conceden licencias para aniquilar.
Ellos visten como buitres, impecables trajes negros, con anudadas corbatas y semblante osco y resumido. Muestran cierta apatía, cierta falta de interés por todo aquello que no se resuma en cifras, estadísticas, fuerza y poder.
Cuesta creer que alguna vez fueron niños, que mamaron de un seno y ensuciaron pañales, que lloraron y sufrieron por objetivos imposibles o un dolor de barriga.
Cuesta creer que sintieran amor por sus padres, que acariciasen con ternura el cuerpo de una esposa, que llorasen ante el parto de un hijo.
Uno se pregunta cuando y como se volvieron impermeables a la sensibilidad, cuando cambiaron el cuerpo por una coraza, cuando dejaron de ser humanos para atacar a los de su misma especie convirtiéndolos en esclavos.
Los humanos luchan por sus ideales, combaten por derechos que acaban torcidos, doblegándose siempre hacia la ley del más fuerte.
El más fuerte lo es por su capacidad de medios e infraestructuras para llevar a cabo los objetivos planificados. Aquel que active la bomba atómica será el más fuerte, porque acabara con todos los ideales incluyendo a los cuerpos que los contenían.
Es un ejemplo bastante duro, difícil de digerir, pero en realidad es así como funcionan las cosas en este planeta de necios.





Un soldado es un humano al servicio de su país, de sus gentes y de sus objetivos. Su trabajo consiste en luchar para defenderlo de sus agresores, de aquellos que invaden sus fronteras, de quienes pretenden robar un pedazo de tierra que está inscrito en el mapa de propiedades.
Un soldado es un humano adiestrado para matar, para torturar, para acabar con todo ser viviente que interfiera en sus pertenencias,sean de la cualidad y calidad que sean.
Es un trabajo como cualquier otro, remunerado y con sus pagas extras. Para ser un soldado no hace falta una carrera universitaria, ni un examen previo sobre la historia de la humanidad, ni un exagerado amor a la patria. Tampoco se precisa un currículo sobre experiencias anteriores que avalen aptitudes para aniquilar. No se precisan dotes de súper hombre, ni un especial sentido de la responsabilidad. Un soldado no nace, lo hacen.
Cuesta creer que aquel que mata pueda expresar amor hacía algo o alguien; cuesta creer que aquel que arrebata una vida pueda fecundar otra y dotarla de amor.






Cuando una madre trae un ser a la vida abre su cuerpo al amor, se desposee de si misma e inicia su carrera como progenitora,cuidadora, inculcadora de todas las virtudes humanas, educadora hasta donde sabe. No creo, estoy segura, de que ninguna madre desea que su hijo sea soldado, que renuncie a todo lo enseñado, a todo lo recibido, para dar su vida a cambio de un amor patriótico que solo le servirá como sepultura. No creo que ninguna madre, en su instinto más profundo, desee que su hijo acabe con otras vidas sembrando el dolor a otras madres. Eso es lo que yo quiero creer, como madre, pero es posible que también hayan madres soldado, nefasta herencia humana.
Cada día presenciamos crímenes obscenos, cometidos con total impunidad. Cada día se nos muestran cuerpos desgarrados, anémicos,  hambrunos, despojados de toda su dignidad, expuestos al canibalismo racional que presume de cultura y civismo. Es ya una costumbre a la que nos hemos acostumbrado, una imagen diaria que nos cansa y nos obliga a cambiar de canal por aburrimiento.
Es ya un hecho cotidiano la suma de estadísticas que nos revelan las muertes a larga distancia, que por distancia no nos afectan. Es un hecho consumado que por consumo exigimos, que nos atañe y nos afecta, pero al que cerramos el cuerpo a la sensibilidad, convirtiéndonos en soldados indirectos, cómplices de todos los crímenes perpetrados con autorización.





La razón cede su puesto a lo absurdo, así defendemos una tierra que se pertenece a si misma, un planeta al que maltratamos y agredimos constantemente, sembrándolo de minas anti personas, rodándole sus pertenencias ,quemando sus áreas, contaminando sus mares y sus cielos.
Por matar, matamos todo aquello que nos sustenta, arrebatando el derecho a la vida de nuestros semejantes, condenándoles a ser seres inferiores, mostrando indiferencia hacia todas sus calamidades.
Algún día,tal vez. Las fuerzas del mal se vuelvan contra nosotros, nos degraden hacia un estado inferior por un capricho de los buitres de traje negro y corbatas anudadas.
Algún día, tal vez, necesitemos ser todos soldados, desprovistos de todo sentimiento humano,defendiendo pertenencias que nada tienen que ver con nuestra propia vida. Quien nos acogerá?








1 comentario:

Josep dijo...

Esta gente nace para esto, nada más. Su infancia no creo que sea de amor, ni de amor con su pareja, ni casi nada de todo esto. Pero no son solo ellos; sus jefes son iguales, con la única diferencia que ellos dan ordenes, buenas o malas, esto es igual, mientras dentro de la orden este la palabra pegar, detención como sea, y muerte si interesa. Y si se equivocan demasiado con poner la mejor medalla que exista en el pecho del soldado camuflado con un horrendo traje, y luego mantenerse en el mismo trono pues de coña.
Una abraçada.